El origen de Tierra Rapaz. Es un parque que atrae a miles de visitantes cada temporada.
Tiene dos de las mejores exhibiciones del mundo. Un proyecto de vida de dos personas que ha logrado ser un lugar para la conservación de especies, punto de encuentro de escolares y centro de investigación y formación de referencia.
Pero esto no fue siempre así, los comienzos fueron duros. Todo empezó con un sueño, un sueño de infancia. Un sueño de una pareja de biólogos que quisieron transmitir al mundo su pasión por la naturaleza.
Luis, desde pequeño, rodeado de animales en el zoo de su padre y su tío. Zoo que Félix Rodríguez de la Fuente visitaba con frecuencia. Desde niño siempre atento y sorprendido cuando, los mayores, hablaban de esos seres fantásticos que son los animales.
Relata que no tuvo una infancia normal puesto que al acostarse, en lugar de tener peluches, tenía oseznos, lobeznos, cachorros de león…
Desde sus 3 años, quiso construir Tierra Rapaz para que los demás sintieran lo que él siente por los animales.
María, a su vez, apasionada por la naturaleza desde pequeña, siempre rodeada de animales decidió apoyar a su marido en este proyecto.
Proyecto que no resultó nada fácil, con un comienzo muy difícil pero lo tuvieron claro desde el principio y quisieron comenzar ahí, el centro de sus vidas.
El terreno en el que se asienta Tierra Rapaz era una antigua vaquería y sobre él comenzaron a construir, sin subvenciones ni ayudas de ningún tipo.
Diseñando palmo a palmo cada rincón del parque, materiales, estructuras, estética.
Movilizando un gran equipo de trabajadores, gran ayuda, sin la que el parque Tierra Rapaz no hubiera sido posible.
La Gran Gruta de los Búhos fue lo que más trabajo costó hacer. Se organizaron dos equipos de trabajo. El equipo de Luis hizo las rocas y el equipo de María hizo los árboles, todo realizado sobre una costosa estructura de malla colocada palmo a palmo y sobre la que se pusieron más de 1000 sacos de hormigón modelable, trabajando incluso de noche para poder acabar a tiempo.
Los grandes aviarios, construidos con postes tratados de 12m de altura, muy difíciles de mover, las mallas, las paredes de hormigón fue un trabajo que costó un gran esfuerzo.
El mural del campo de vuelos, todo un reto técnico, hecho a mano centímetro a centímetro.
Sabiendo la importancia de los detalles y acabados en un parque, se hicieron meticulosamente, sin importar el tiempo que se tardara hasta dejarlos perfectos.
Se podría haber realizado la obra de una manera mucho más económica pero no se hubiera cumplido con su objetivo más prioritario, el bienestar de los animales, sin escatimar en metros, esfuerzos o materiales para que esto fuera posible.
La Torre del Águila fue de tremenda complejidad. Tuvieron que calcular la estructura para que pueda soportar grandes vientos. El sistema de apertura automático también fue un gran reto. La torre, que llevó 2 años construirla, se hizo pensando para que, todas las aves irrecuperables que habitan en el parque, pudieran sentir lo que era volver a volar.
Es el sueño y la ilusión de esta pareja de biólogos que han trabajado duramente hasta conseguir lo que tanto anhelaban, ver en la cara de los niños observando a los animales, ver a la gente dándose cuenta de que Tierra Rapaz son ganas de vivir la naturaleza y formar parte de ella.